2012/09/11

Una época convulsa

Vivimos en una época convulsa. Esta frase seguramente la han pensado nuestros padres, y los padres de nuestros padres en las épocas que a ellos les tocó vivir.

Mientras estamos informados de los sucesos de la otra parte del mundo gracias a los medios de comunicación, también tenemos motivos para dudar de la objetividad de lo mayor parte de la que llega hasta nuestros oídos: no sólo es relevante la elección de los periódicos que uno decide leer, no sólo es relevante la elección de las cadenas de televisión que uno escoge seguir, y no sólo es relevante la elección de las emisoras de radio que uno opta por escuchar. Antes de todo eso, unas pocas agencias seleccionan las noticias que mediante teletipos llegan a los medios de comunicación, de forma que estos últimos se limitan a seleccionar la importancia que dan a cada hecho, le dan el sesgo oportuno, y confeccionan editoriales con el objetivo de influir en los lectores.

Hoy más que nunca, la información periodística se parece a la moda de corte y confección, con sus franquicias, sus tallas homologadas, y sus estilos predefinidos. Nadie escoge las noticias que oye. No existe un sastre que confecciona un traje informativo a medida de la forma exacta a nuestra espalda y nuestro trasero (¿nuestras inquietudes?), rico de matices y argumentos. Únicamente se nos informa de lo que "otros" han filtrado para nosotros. Es la prensa de "corte y confección", que permite que, por ejemplo, las víctimas de un conflicto armado no sean bajas civiles o víctimas de la guerra, sino simplemente "daños colaterales". Así, por supuesto, determinadas muertes violentas en algunas guerras tienen muchísimo más impacto mediático que otras producidas en lugares del mundo en que no existen "democracias" que implantar por la fuerza. Por ejemplo, las víctimas del coltán del Congo o los fosfatos del Sahara son muchísimo más silenciosas que otras. El periodismo de investigación posiblemente ha muerto, si es que alguna vez ha existido realmente.

En este contexto, Wikileaks aporta un punto de información que habitualmente se nos oculta. No se puede negar que Wikileaks genera dudas éticas sobre la forma de obtener información, y es posible preguntarse también sobre la transparencia del propio medio. Incluso alguna de la información que está llevando Wikileaks a los titulares es trivial para la ciudadanía, como por ejemplo, saber la opinión de algunos políticos y embajadores sobre otros políticos de la escena internacional. No obstante, es sabido que mientras el dedo señala la luna, el necio mira al dedo. Wikileaks nos hace constatar el doble juego de la política y los gobernantes, mostrando una cara hacia la ciudadanía y otra opuesta hacia determinados poderes internacionales. Wikileaks además, nos hace ver que en demasiadas ocasiones, la justicia no es tan ciega como nos gustaría pensar que es (me acuerdo por ejemplo del caso Couso). Una cosa es sospechar que la democracia en la que vivimos no es perfecta, y otra muy distinta, llegar a sentir en nuestras propias narices ese hedor putrefacto.

No estoy nada seguro de que la ciudadanía en general tome decisiones electorales basándose en estos hechos. Lamentablemente, hemos asistido a demasiados actos de hooliganismo político ya descrito hace tiempo en 1984 (George Orwell). Incluso en otros ámbitos como el religioso, algunos son capaces de denunciar la paja en el ojo ajeno -por ejemplo, organizando masivas concentraciones contra ciertos modelos de familia- antes que la viga en el propio, gracias a rebuscados razonamientos que desvirtúan mensajes muy claros, como por ejemplo los que para algunos deberían servir de referencia sobre la pederastia (Mc 9,42 o Mc 10,2).

No se puede pedir a nadie que esté informado de todo porque eso nunca ha estado a disposición de la ciudadanía en general. Sin embargo, hoy más que nunca es posible para cualquiera con curiosidad hacerse una ligera -ligerísima- idea del tipo de criterio que impera habitualmente en quien decide cuestiones estructurales que definen el porvenir de la sociedad. Para ilustrar este texto no se me ha ocurrido mejor fotografía que esta que saqué en Bristol la última vez que estuvimos por allí de un graffiti de Banksy. Se podría decir que Wikileaks es ese niño travieso que se acerca por detrás para pegar un susto a quien cree tenerlo todo bajo control.

banksy

Canon EOS 50D
Sigma 18-50 mm f/2.8
Apertura: f/6.3
Exposición: 1/200
Lente: 50 mm
ISO: 800

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