2013/03/06

Daniel

Para el profano, el retrato es tan fácil como sacar una fotografía de la cara de un sujeto desde cerca logrando una expresión característica. Sin embargo, cualquiera que haya intentado hacerlo sabe que es más difícil de lo que parece. Si alguien tiene dudas, basta con que se dé una vuelta por los avatares de la mayoría de las personas en las diversas redes sociales, ya sean LinkedIn, Facebook o Twitter, o cualquier otra. En dichas redes sociales, se encuentran multitud de fotografías mal iluminadas, ya sea la típica sombra oscura sobre un paisaje diurno, el rostro parcialmente iluminado, o el flashazo que proyecta una horrible sombra sobre la pared trasera. Otras simplemente están mal compuestas, bien porque presentan una figura humana diminuta inmersa en un paisaje de grandes proporciones, bien porque abusan de ángulos mortales para el más perfecto de los rostros, o bien porque la lente utilizada es de una longitud focal demasiado pequeña, dando lugar a rostros deformados bajo un gran angular.

A estas dificultades se le puede añadir una más si uno desea sacar un retrato de su hijo en edad preescolar. Los niños son incapaces de simular una sonrisa natural sin que parezca muy forzada, y su paciencia es aún menor de lo que un padre aficionado a la fotografía desearía. No obstante, me puse el reto de decorar una pared de casa con retratos familiares. Para ello pensé en primeros planos de cada uno de los miembros de la familia que pudieran ser utilizados en unos pequeños marcos individuales de Ikea que compramos por unos pocos euros.

Lo primero que hice fue escoger el momento oportuno en que los niños estuvieran de buen humor, nadie tuviera prisa alguna -esto iba por mí-, y en que hubiera una luz natural aceptable. Pueden parecer unos requisitos fáciles de conseguir, pero dadas las circunstancias, era una tarea bastante difícil.

Por diversas circunstancias, pensé que el lugar más apropiado de casa era el salón. Como no dispongo de un equipo de iluminación profesional -para aquellos con recursos, aquí hay un surtido completo de todos los accesorios de fotografía que uno pueda pensar- me fabriqué con una caja de cereales y papel de aluminio un reflector de luz natural -el lado mate del papel proyecta una luz más tamizada-. Con este improvisado reflector conseguí iluminar la parte de la cara que se ve a la izquierda de la imagen, dando una apariencia natural al rostro aun cuando en realidad la fuente de luz se encuentra detrás del niño. Presté especial atención a los ojos, ya que mi padre, mi principal maestro y crítico más feroz, siempre ha insistido en que el brillo de los ojos es el que define en una gran parte la calidad de un retrato. Para mí además, los mejores retratos no comprenden la totalidad del rostro, y naturalmente busqué la mayor apertura posible en el retrato para conseguir una profundidad de campo controlada.

Esta que muestro aquí es la mejor de una serie de unas 8 ó 9 fotografías. Además, el recorte escogido para la colección familiar de retratos es sobre un formato cuadrado, de acuerdo a los marcos que compramos.

daniel Canon EOS 50D
Sigma 18-50 mm f/2.8
Apertura: f/3.5
Exposición: 1/50
Lente: 50 mm
ISO: 200

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